Por Javier Labrada García
Los aromas de la mañana acompañan al trotamundos en su viaje a lo
desconocido, un sendero antaño recorrido por sus ancestros, los mismos que
ahora guardan los caminos del hombre, de sus recuerdos olvidados, de sus vidas
pasadas. Y aún el caminante se cuestiona, ¿acaso ya he visto estos ridículos
paisajes, las mismas ruinas que buscan imitar las civilizaciones antiguas,
monolitos testigos del tiempo, la desesperación y la impotencia, las laderas
que nunca vieron la tierra de otra forma (su vida solo tenía sentido si se inclinaban),
los arboles exhaustos del azote de los vientos, los otros hombres…, el resto de
ellos?
Ahora parecía recordar…Nunca equivocaron los hombres sus caminos. Los
destinos fueron escritos en las duras rocas bautizadas por el fuego purificador
de Sodoma y Gomorra; las montañas presentaron a sus hijos en los senderos, con sus
alforjas a cuestas y la mirada en el horizonte. Desde ese día su futuro y sus
nombres serían otros; su hogar: el cielo sobre sus cabezas. La era del nómada
ponía su primera piedra.