Por Javier Labrada García (estudiante de
Periodismo)
Hace
muchos años escuché por primera vez la perturbadora historia de la Caja de Pandora, la hermosa mujer
enviada por los dioses olímpicos en una bien pensada estrategia para sembrar el
mal en la humanidad. A Pandora le fue confiada una caja, con la única condición
de que jamás la abriera.
Pero
pudo más la curiosidad escondida en el
corazón humano: la creación divina destapó el contenido de la caja y lanzó
sobre la primitiva humanidad toda clase de calamidades y horrores. Solo
permaneció escondida en su interior, como tímido recuerdo de sensibilidad la
verde esperanza.
Parece
ahora que los mitos pueden transpolarse en el tiempo; y aunque alguien se
empeñe en afirmar que nada sucede dos veces de la misma manera, lo cierto es
que la “caja” ya tiene un nuevo y catastrófico objetivo. Su destino, América
Latina; su portador: Mauricio Macri.
Los
resultados de los recientes comicios presidenciales en Argentina que lanzaron
al estrellato de la derecha internacional a este personaje han embriagado a los
opositores continentales de los llamados gobiernos populares. Al asumir como
líder de la nación sureña el puzle político ha encontrado una pieza clave para
la reacción en cadena contra las doctrinas del socialismo del siglo XXI.
La
derecha ahora espera que se transforme en el paladín contra la democracia en la
tierra de Bolívar, la Venecia de América, la histórica Venezuela, que ahora
necesita de un verdadero liderazgo carismático que restablezca la Revolución
ciudadana en la mente de sus hijos, que han decidido darles la espalda al
chavismo.
Muy
cerca de allí sectores que pugnan por el poder desde las sombras emplazan a
magistrados, jurados y cortes para certificar un juicio político contra la
mandataria del gigante suramericano, Dilma Rousseff, por el delito de responsabilidad
fiscal. La intención tiene un rostro: Eduardo Cunha, líder conservador de la
Cámara de Diputados, quien es sometido a un proceso investigativo por pedir y
recibir un soborno de cinco millones de dólares.
Definitivamente
la intención de Pandora es contrarrestar el efecto dominó de las rebeliones
populares que se produjeron en América a fines del siglo XX y principios del
XXI como rechazo a los modelos neoliberales y que cambiaron la historia del
continente. La derecha internacional persigue destruir el sueño aglutinador del
Libertador Simón Bolívar: la Gran Colombia, la unión de todas las tierras de
América por el esfuerzo común de sus devotos hijos.
El
fantasma de la opción neoliberal no ha desaparecido de la región. Innombrables décadas
de golpes de estado, deudas, represión, terrorismo y desapariciones forzadas
impulsaron a punta de fusil el desmantelamiento de Estados completos y el
nacimiento de esta nueva forma de dependencia económica y dominación política
promovida desde el Buen Vecino del Norte.
En
los últimos años, sin embargo, la estrategia electoral se perfila como el
principal sendero de las calamidades de Pandora, y sus agentes dan los primeros
pasos acercándose al abismo: Macri en Argentina, Enrique Capriles en Venezuela,
Samuel Doria Medina en Bolivia, Álvaro Uribe en Colombia, Eduardo Cunha en
Brasil, y tantos otros que pretenden esculpir el nuevo rostro de América
Latina.
Hasta
ahora el panorama parece darles el éxito y el poder vuelve peligrosamente a
quedar en manos de grupos de presión que antaño hicieron del continente el
patio trasero de la política norteamericana.
Los
movimientos sociales están un tanto desconcertados y sin proyecto alternativo;
la opción democrática popular está viviendo una profunda crisis y la población
está empezando a dejar de acompañar las
alternativas progresistas para pensar e inclinarse por opciones netamente
conservadoras.
Los
sectores opositores descubrieron la estrategia del Olimpo, y acompañaron con
nuevos discursos populares la entrega de la caja a los seres que una vez
dijeron NO al Área de Libre Comercio (ALCA). El intelectual Rodrigo Gómez
Tortosa escribió que “la flor del pueblo se aleja para acercarse al fantasma
del neoliberalismo y de los grupos
concentrados de poder económico y políticos”. Asistimos una vez más a la
restauración conservadora en nuestros pueblos.
Los
partidos conservadores avanzan con el apoyo de sectores populares que se
sienten cada vez menos requeridos por los gobiernos progresistas. Con el
triunfo de la derecha en Argentina y Venezuela, otros países de la región como
Brasil, Ecuador y Bolivia debilitan sus bastiones ante la avanzada de las
derechas locales respaldadas por los Estados Unidos.
Ahora
cabría preguntarse qué ha fallado esta vez en la estrategia de la izquierda.
Por un lado los gobiernos progresistas llegaron con un proyecto de
democratización, de inclusión y apertura política; sin embargo dicha ampliación
de las libertades democráticas contrastó con retrocesos muy claros en materia
de división de poderes, respeto a la oposición, limpieza electoral y libertad
de expresión.
Por
otra parte los efectos de la crisis de 2008-2009 y la debilidad del mercado de
consumo en los países centrales, vulneraron la capacidad económica de los
estados latinoamericanos; las políticas sociales comenzaron a desaparecer y la
izquierda en el poder se quedó sin respuestas ante los nuevos retos.
Otro
elemento que resquebrajó las políticas de los gobiernos progresistas es el
fantasma de la corrupción, esa que tanto denunciaron los izquierdistas en la
oposición y que ahora les mancha las manos. Casos como el de Brasil con el
presidente José Dirceu que llegó hasta la cárcel por el escándalo del “menselao”, ilustran esta hipótesis.
En
primer lugar tenemos que aceptar el hecho de que vivimos en un mundo en que el
capitalismo ha demostrado una vitalidad mucho mayor de la que esperábamos,
logrando sobrevivir y recuperarse de sus continuas crisis y en la actualidad
muchos países ya no ven con tan malos ojos el retorno a proyectos políticos que
privilegian el mercado, la libertad económica, el comercio y la desregulación
financiera.
La
derecha internacional ha destapado la Caja de Pandora y vuelve a la arena de
batalla por el poder político en América Latina, pero su estrategia sigue
siendo un misterio.
En
un futuro- al menos para América Latina- quizá la revolución no sea el motor de
la historia, sino el "freno de emergencia" de la historia que nos
impida caer en el abismo al que nos conduce inexorablemente el neoliberalismo.
En
opinión de este analista, en la nueva coyuntura internacional y ante el avance
de los sectores conservadores en el continente, si la izquierda quiere tomar el
cielo por asalto-o el Olimpo- debe tener los pies muy firmes en la tierra, para
evitar otra “década perdida” en América Latina.
El
momento es promisorio y la rendija comienza a abrirse para la gran tarea de
convertir el sueño de Bolívar en una emancipación socialista. La esperanza ya
ha salido de la Caja de Pandora.
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